jueves, 16 de diciembre de 2010

CORAZON TAURINO


POR CARLOS ANDRÉS DEL POZO


A veces mi mente regresa unos cuántos años atrás, cuando apenas era un chiquillo y las responsabilidades en el colegio tan solo eran estar con amigos y jugar. Si bien mis compañeros jugaban al fútbol o al baloncesto, en mi despertaba un juego diferente, un juego que a través de los años se convertiría en una pasión que llegaría a llenarme el alma de una manera muy especial. Todo empezó cuando iba de vacaciones a la hacienda de mi abuelo y fue ahí, en el campo, donde comienza mi aventura en el enigmático mundo del toreo. Recuerdo con gran emoción las largas horas de tertulia sobre historias viejas de haciendas, toros, y los festejos taurinos que mi abuelo había presenciado. Ahora todas esas historias vuelven a mi cabeza con un recuerdo claro y profundo que me quedaron marcado en mi alma. Pero mi total felicidad llegó cuando en la Feria de Quito me compraron mi primer capote y muleta, y desde entonces me quedé embrujado por el arte de la tauromaquia y no he dejado de soñar en el día que me vista de luces y hacer el paseíllo en la plaza que más me ha cautivado: la monumental de Iñaquito. Esas ganas y motivación por las corridas de toros se vieron reflejadas en un nuevo concepto de torear que poco a poco fui descubriendo dentro de mí. Con mi abuelo fui aprendiendo sobre los toreros, las ganaderías que había en el Ecuador en los tiempos de juventud de mi abuelito tan querido. Aunque de chico nunca tuve el apoyo de mis padres, siempre halle a mi abuelo a mi lado, dando todo su cariño y conocimiento, y fue el mi inspiración para escribir esta historia. En mis primeras etapas como aficionado taurino, tuve como base de inspiración el toreo apasionado de Joselito, el gran José Tomas, y sobre todo la genialidad del maestro Enrique Ponce. Para mí el ser aficionado a los toros es un sentimiento dentro de mi corazón pero que no encuentro las palabras adecuadas para describir la pasión que tengo de ser taurino. La fiesta de los toros me ha dado muchas alegrías, penas, y decepciones, pero siempre me deja gratos recuerdo que se quedan contigo para siempre. Uno de esos momentos en mi vida fue cuando por primera vez fui a la Feria de Quito de la mano de mi abuelo Jorge, a quien ese día fue para mí alguien profundamente especial, y tuve el gusto de compartir la corrida de ese día. Al cantar el himno a Quito me invadió una sensación de sentimiento torero, apasionado, pero más que nada, de amor hacia Quito, hacia su gente maravillosa, que nunca dejó de estar conmigo y que año tras año sigue creciendo. Al estar en el tendido y oír a los “trompudos” mis sentimientos se mezclaron en un intenso elixir que me daba una vibra especial, diferente a la que vivo los meses antes de fiestas de Quito. Otro acontecimiento especial que nunca saldrá de mi memoria fue aquella tarde de toros histórica que los quiteños vivimos con corazón al rojo vivo en aquel diluvio, donde un noble y bravo astado de Triana (Grandioso) y César Jiménez protagonizaron, quizás la mayor locura de la historia de Quito: torear bajo un aguacero tremendo con agua que se desbordaba y aún así Jiménez estuvo entregado y haciendo las cosas con gran torería. Ese indulto lo vi de pie, con lágrimas en los ojos y con un corazón más sensible que nunca (cosa que para los anti taurinos es algo incomprensible) pero que yo como ser humano lo viví tan intensamente que al salir de la plaza salí “toreando”. Nunca en mi vida había presenciado algo tan insólito como aquel día, y desde ahí me quede totalmente atrapado por ese embrujo que rodea al mundo taurino. Y desde que practico el toreo como aficionado, no he tenido una sensación tan especial como el estar delante de un becerro de lidia y poder expresar todo mi sentimiento que llevo dentro de mí. Todo el ritual que conlleva al hombre a enfrentarse a la muerte es algo muy hermoso y desconocido por muchas personas. En lo personal, yo pienso que ese cambio de una persona normal que tras al vestirse de luces o de corto se convierte en un héroe, una persona única, es una sensación incomparable con cualquier otra, y es por el hecho de que hay ilusión, hay pasión, sentimiento y un amor hacia la tauromaquia y ese cumulo de emociones es lo que me lleva a salir adelante en este mundo tan bello que es el mundo taurino. Todo este proceso que forma parte de la fiesta brava hace que valga la pena arriesgar la vida honradamente en una batalla con la muerte, pero creando una belleza estética que no se puede encontrar en ninguna obra de arte común. El sentimiento que siento cuando piso el ruedo de algún tentadero o plaza es tan indescriptible porque en mi corazón no hay palabras que expresen lo que de verdad estoy sintiendo y por eso cito una frase del maestro Rafael de Paula “Lo más grande de torear es soñar cuando se torea” o como dijo Agustín de Foxa “El único músculo importante en el toreo es el corazón”. Todas esas frases son la verdad del toreo, ya que es un juego arriesgado con la muerte, pero a su vez es una pasión tan profunda con la vida y en eso se basa los principios del torero mismo. Porque para torear lo más importante es el corazón. Hacer las cosas despacio, con temple y con una pasión para que uno se sienta que es un artista de verdad, un ser humano especial sobre los demás, ya que sin esos agregados la fiesta brava no tendría ningún sentido. Toda mi pasión acumulada en mi alma sale a flote siempre que siento venir esas mágicas fiestas de quito, que traen alegría y entusiasmo a miles de quiteños que acuden todos los nueve días de feria en Iñaquito. ¿Y que mucha gente quiera atentar contra este arte? Eso es algo que yo como persona sensible, con un corazón lleno de cariño y respeto, no puedo entender, y me causa más que nada, un dolor que se convierte en pena por esas personas que piensan que los taurinos son asesinos y demás sobrenombres. Ahí es donde se puede ver la cultura y civilización de las personas, porque sí, los toros es una pasión poco comprendida por la gente, y causa bastante controversia. No obstante como gran aficionado que soy, siempre defenderé a la fiesta de los toros a capa y espada, y con orgullo de ser un taurino de corazón! Es en ese espacio, donde en una plaza llena, que cada año todos los buenos aficionados nos reencontramos para revivir y sentir de nuevo esa emoción, cargada de adrenalina y embrujo que nos produce esta pasión por el arte taurino que está latente en nuestras venas. El ser taurino es vivir la fiesta brava con cada ole, con cada muletazo que dejan inmortalizados los valientes toreros, por ese toro que se ha entregado totalmente en la faena, por la gente que vibra con la música callada del toreo, por la belleza de las mujeres que adornan la plaza, por los ganaderos que crían con gran esfuerzo al gran protagonista que es el toro, y por todo lo que ocurre en el ruedo lleno de aroma torero. Tengo que reconocer que siempre he vivido las corridas de toros de una manera especial, diferente a las demás, porque me gusta entregarme con lo que ocurre en el ruedo, meterme en la faena que veo, y verme ahí, con un toro bravo, jugándome la vida de verdad y ese amor que me invade el corazón solo lo puedo sentir cuando asisto a cualquier festejo taurino. Solo me queda por decir que agradezco infinitamente a mi abuelo Jorge Valencia, quien fue el que me inspiró a escribir esta historia, y que en forma de agradecimiento por esos valores que me ha inculcado, por ser una persona extraordinaria y ser un caballero en todo el sentido de la palabra, he escrito esta historia con muchos recuerdos míos.
Quiero decirle que ha sido para mí más que un abuelo, otro padre y que su cariño que me dio se me quedará grabado para toda mi vida en mi corazón.
Mil gracias mi abuelito querido por todo y por eso le quiero dedicar esta historia. ¡Va por usted abuelito! Y también para toda la gente que ama la fiesta de los toros tanto como yo, para que esta fiesta siga creciendo cada día más y que gente joven siga asistiendo a la plaza como buenos aficionados que somos. También quiero agradecer a toda mi familia que me apoya siempre y que su apoyo incondicional es bastante reconfortante. A todos mis amigos que me apoyan incondicionalmente y me apoyan cada vez que voy a torear.
Mil gracias a todos por que esta historia la hice pensando en todos ustedes también. ¡Olé por los aficionados buenos!